sábado, 5 de marzo de 2016

Cuento de Navidad

Noche de reyes                        J. Montealegre.
 


Atardecía en un frio día de invierno, cuando por el camino, con paso cansado se dirigía hacia una pequeña ciudad un viejo mendigo,  diviso a un lado del camino, el resplandor de una llama producida por una hoguera no muy grande, que salía de una nave medio derruida, según iba acercándose  hoyo voces y risas juveniles, se quedó muy sorprendido al ver a dos niños y dos niñas entre los ocho y doce años alrededor de la hoguera siendo Noche de Reyes.

Resultado de imagen de pobres caminantesLa mayor era Juana le seguían, Isaías, Ángel y Sara, mientras la mayor movía las cuatro patatas asándose entre las brasas, los demás hablaban todos a la vez sin orden alguno, pero cuando vieron al viejo mendigo todos guardaron  silencio, el viejo les dijo si podía calentarse que tenía frió, le hicieron sitio y se quedó con ellos.
Juana saco las cuatro patatas del fuego y pensó que tenía que hacer cinco raciones, cogió una patata  marco en ella cinco partes partiendo una de ellas, lo mismo hizo con las otras tres, comiendo así una cantidad aproximada todos.
Cuando terminaron de cenar lo poco que tenían, los niños prepararon sus dos camas junto al fuego con cartones y plásticos que tenían guardados, en una se acostaron las niñas en la otra los niños, el viejo mendigo empezó a contarles una historia sobre un hombre que su mayor ilusión era ser Rey Mago, para repartir regalos y hacer felices a muchos niños, su voz era cálida,  suave y muy agradable al oído de los niños, que se quedaron dormidos sin terminar de escuchar la historia, entonces el mendigo, cogió su mochila y saco lo que en ella había, un libro con pequeñas aventuras, una caja de madera con todo lo necesario para coser y remendar, un monedero con cuatro monedas, un silbato de saúco con un sonido muy especial hecho por él y un lapicero, con el cual escribió un nombre en cada objeto, colocándolos con la mochila en un rincón visible, después echó más leña al fuego, miro a los niños y con una sonrisa se marchó con paso lento y cansino.
A la mañana siguiente, al despertarse los niños, vieron que el mendigo se había ido dejando allí la mochila y junto a ella cuatro cosas, Isaías se acercó para cogerlas, al ver que tenían nombre las repartió, la caja para Juana, el monedero para Ángel, el silbato para Sara, y el libro para él, dejaron la mochila donde estaba  pensando que en cualquier momento el mendigo volvería a recogerla.
Ese mismo día en el otro extremo de la ciudad junto al camino, apareció muerto un viejo mendigo, los que le hallaron creyeron que estaba dormido y soñando con algo agradable, porque pese a su palidez, la sonrisa que había en sus labios, hacia resplandecer la felicidad en su cara.     

Trabajo realizado para la revista Caligrama de la Escuela de Adultos Torrelavega                                                                                                                  

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