Noche de reyes J. Montealegre.
Atardecía en un frio día de invierno, cuando por el camino, con paso cansado se dirigía hacia una pequeña ciudad un viejo mendigo, diviso a un lado del camino, el resplandor de una llama producida por una hoguera no muy grande, que salía de una nave medio derruida, según iba acercándose hoyo voces y risas juveniles, se quedó muy sorprendido al ver a dos niños y dos niñas entre los ocho y doce años alrededor de la hoguera siendo Noche de Reyes.
La mayor
era Juana le seguían, Isaías, Ángel y Sara, mientras la mayor movía las cuatro
patatas asándose entre las brasas, los demás hablaban todos a la vez sin orden
alguno, pero cuando vieron al viejo mendigo todos guardaron silencio, el viejo les dijo si podía
calentarse que tenía frió, le hicieron sitio y se quedó con ellos.
Juana saco
las cuatro patatas del fuego y pensó que tenía que hacer cinco raciones, cogió
una patata marco en ella cinco partes
partiendo una de ellas, lo mismo hizo con las otras tres, comiendo así una
cantidad aproximada todos.
Cuando
terminaron de cenar lo poco que tenían, los niños prepararon sus dos camas
junto al fuego con cartones y plásticos que tenían guardados, en una se
acostaron las niñas en la otra los niños, el viejo mendigo empezó a contarles
una historia sobre un hombre que su mayor ilusión era ser Rey Mago, para
repartir regalos y hacer felices a muchos niños, su voz era cálida, suave y muy agradable al oído de los niños,
que se quedaron dormidos sin terminar de escuchar la historia, entonces el
mendigo, cogió su mochila y saco lo que en ella había, un libro con pequeñas
aventuras, una caja de madera con todo lo necesario para coser y remendar, un
monedero con cuatro monedas, un silbato de saúco con un sonido muy especial
hecho por él y un lapicero, con el cual escribió un nombre en cada objeto,
colocándolos con la mochila en un rincón visible, después echó más leña al
fuego, miro a los niños y con una sonrisa se marchó con paso lento y cansino.
A la mañana
siguiente, al despertarse los niños, vieron que el mendigo se había ido dejando
allí la mochila y junto a ella cuatro cosas, Isaías se acercó para cogerlas, al
ver que tenían nombre las repartió, la caja para Juana, el monedero para Ángel,
el silbato para Sara, y el libro para él, dejaron la mochila donde estaba pensando que en cualquier momento el mendigo
volvería a recogerla.
Ese mismo día en el otro extremo de la ciudad junto al
camino, apareció muerto un viejo mendigo, los que le hallaron creyeron que
estaba dormido y soñando con algo agradable, porque pese a su palidez, la
sonrisa que había en sus labios, hacia resplandecer la felicidad en su cara.
Trabajo realizado para la revista Caligrama de la Escuela de Adultos Torrelavega
Trabajo realizado para la revista Caligrama de la Escuela de Adultos Torrelavega
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